La Argentina se nos viene sacudiendo fuertemente. Incendios en distintos puntos del país como Córdoba y peor este año Bariloche. Estamos bajo una administración nacional acusada de lo que podría ser una inmensa estafa por una criptomoneda. Pasaron las reaperturas de los poderes legislativos por parte del ejecutivo correspondiente y alguno de esos discursos pueden haber molestado a más de uno. Luego a ese calor insufrible -algo ya raro para esta época del año- a lo que se sumaron los masivos cortes de luz, con tarifas altas que volvieron a demostrar falta de reinversión… y como si fuera poco vamos viendo como cada semana la policía tomó por rutina golpear a los jubilados y como resultado una anciana quedó descompensada, al borde de la muerte. Como reacción los distintos clubes de fútbol prometen sumar hinchas para proteger a los abuelos de quienes deberían cuidarlos. A eso vale agregar tormentas fuertes que culminaron con la inmensa y catastrófica inundación en Bahía Blanca.

Posiblemente vengamos con el corazón sobresaltado: entre sorprendido, indignado, enojado, acalorado, triste y angustiado. Incluso habrá quienes estén como miedo o mínimamente muy preocupados.

Hay prácticas, como la del Yoga o el Tai Chi Chuan, que recomiendan no dejarse llevar emocionalmente por lo que sucede externamente, sino que buscan -más allá de canalizarlo corporalmente- ahondar internamente porque el exterior refleja nuestro interior. Busca ver en uno mismo lo que uno puede cambiar para revertir lo negativo del afuera afirmándonos en esa conexión entre todos los seres humanos. Si somos observadores notaremos como la ley de causa y efecto funciona constantemente. Y nos preguntamos: ¿Habrá codicia en nuestro corazón? Sabemos que los que manipulan el clima sin duda la tienen, pero en nosotros… ¿Y lujuria? Que se vincula con el elemento agua… luego de soltar las costumbres armoniosas, algunos dieron cabida a desbordes emocionales en el uso de esa energía tan íntima y poderosa. ¿Y cómo venimos con la ira? Dado que se la asocia al fuego. El enojo en las calles porteñas se olfatea, hay como una especie de mar de fondo, de descontento generalizado que muestra que no vamos por un buen camino. Si bien el peso se estabilizó, ¿están realmente alcanzando los ingresos?

Indistintamente de cómo nos de esa auto-observación queremos acá agregar algunas reacciones a los sucesos arriba mencionados. Estamos en una era donde todo va saliendo a la luz y donde caen las máscaras. Los comunicólogos amigos del poder caminan ya como el rey de Hans Christian Andersen y el ejército de trolls difundidores de odio vienen también mostrado su verdadero rostro cobarde. Ya cualquier hijo de vecino tiene en claro que antes de replicar un enunciado tiene que constatar su fuente, porque la verdad viene revolcada, como en Cambalache, con la “posverdad” (por rebautizar lo que siempre se conoció como mentira). Una verdadera democracia brinda pauta oficial de modo transparente para que cualquier vecino sepa quién y cuánto recibe cada medio de comunicación. La falta de infraestructura por detener la obra pública se ha demostrado que puede llegar a ser muy mortal, sino consulten en Bahía Blanca. El estocar alimentos desde el estado con fines sociales sin distribuirlos es un crimen. El manipular el clima con chemrails, satélites y no sé cuántos métodos más jugando a ser dioses para que las ganancias de alguna cosecha rinda mejor puede ser muy perjudicial, como podemos constatar, para otros… Ya todo está a la vista.

Estos momentos de aprendizaje nos instan desplegar nuestro amor y solidaridad para compensar. Somos millones donando a quienes lo necesitan. Porque también en eso somos expertos. ¡Quedan esperanzas!

Rafael Sabini

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