Cuando no está en el Abasto, Federico Bianchini recorre los hielos de la Antártida, corre o nada entre deportistas de alto rendimiento, escucha y toma nota para sus grandes crónicas, trabajos de periodismo narrativo que recibieron el premio Rey de España (EFE), Beca Michael Jacobs (Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano) y Nuevas Plumas (México), entre otros. Ahora, en la mesa de café de El Símbolo, tiene entre sus manos Personajes secundarios, su primer libro de cuentos. Son once relatos que cruzan lo fantástico, la sordidez de la ciudad, la muerte y el desamor. Lo editó El bien del sauce y se imprimió con una campaña de financiamiento colectivo (crowdfunding).
Bianchini cuando terminó el secundario estudió ingeniería, pero luego se volcó a la prensa. “Traté de entrecruzar el periodismo duro y el tema narrativo. Empecé a escribir perfiles, crónicas; en paralelo siempre hice cuentos, como algo pulsional, de necesidad”. Se formó con Abelardo Castillo (1935 – 2017), uno de los escritores más importantes de las letras argentinas, quien daba talleres literarios en su hogar, a pasos de la Plaza 1 de Mayo de Balvanera. “Él decía que uno en realidad no escribe, sino que corrige. El mejor escritor es el que consigue el mejor boceto. La idea es volver y volver sobre un texto, no importa si uno se aburre. Yo si bien con el resto de las cosas me aburro, con esto soy muy constante”.
Esta voluntad está latente en Personajes secundarios. Hay cuentos con más de 15 años, algunos aparecidos en antologías y otros que ven la luz por primera vez. Bianchini publicó relatos en Verano 12 (Página 12) y la revista Lento (La Diaria, Uruguay), pero no mucho más. “Traté que haya un hilo conductor, que no sea un rejunte de textos. En ellos se habla de los sueños, de la muerte, la soledad; son hitos que se concatenan”.
Los lectores pagaron Personajes secundarios en forma adelantada y con eso se pudo entrar a imprenta. “Las condiciones no daban para hacerlo de forma tradicional”. “Me puso contento, haberlo hecho así y ver que hubo gente que me bancó, que apostó por un libro que no vio”.
En los cuentos hay alusiones a la Ciudad de Buenos Aires, sus calles y la textura de sus barrios. Bianchini se crió en la zona de Humahuaca y Pringles y ahora vive con su familia en la calle Sarmiento, a metros de Plaza Almagro. “Siempre estuve por esta zona. Me gusta por sus bares. Podés venir, quedarte cuatro horas leyendo escribiendo, nadie te dice nada. El Boliche de Roberto (Bulnes y Sarmiento), La Catedral del Tango (Medrano y Sarmiento) están buenísimos. Cuando uno escribe un cuento se nutre de vivencias y experiencias que están en el inconsciente y uno no registra”.
“El laburo de un cuento es similar al de una crónica. En el fondo es juntar palabras una al lado de la otra. Sí hay tensiones narrativas distintas. El registro del texto debe ser uniforme, transparente, sin sobreentendidos. La voz de uno como escritor se forja inconscientemente. Un estilo vas a tener porque no vas a poder escribir las cosas de una forma distinta”.
“Me gusta pensar los cuentos como mecanismos de relojería. Vos en un reloj no tenés partes que sobren. Si desarmás un reloj y lo armás y te sobra una rueda, sonaste. No hay un comienzo mejor que otro. Hay decisiones de comienzos. Cada palabra en el texto tiene que estar decidida por quien escribe. Chejov dice que si en la página 10 aparece un arma, tiene que dispararse en algún momento”.
Bianchini publicó la primera crónica de la Revista Anfibia, sobre el exministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Raú Zaffaroni. Por eso lo distinguieron en EFE. Escribió los libros de crónicas Cuerpos al límite, Desafiar al cuerpo (Aguilar). También hizo Antártida. 25 días encerrado en el hielo (Tusquets), que fue declarado de interés por el Congreso Nacional. Escribió para el New York Times, trabajó muchos años en Clarín. Colabora en medios locales y del exterior. También da talleres de escritura. Así se gana la vida, así vive de la escritura. Sin embargo, en su estantería ahora está Personajes secundarios: “Salió este libro y se pudo concretar. Sentía que me lo debía. Escribir cuentos es lúdico, es sentir que tengo algo para decir”.
J.M.C.