Lawrence Anthony era amante de los animales y dedicó su vida a ayudarlos. Bastaba que se enterara de que en algún zoológico, o algún circo, estén maltratando elefantes para que moviera cielo y tierra para devolverlos a su hábitat original así sea en India o África.
Vivía en un reservado natural, Thula Thula, en Sudáfrica con su esposa, Francoise Malby, quien lo apoyaba en su misión. Lawrence falleció en el 2012 súbitamente, de un ataque al corazón dejando a su compañera y a la comunidad conservacionista africana de luto.
Su esposa con el corazón roto contó del milagro que presenció durante esos días: mientras estaba en la casa que había compartido con Lawrence en la reserva, los empleados le informaron de que muchos elefantes se dirigían hacia su vivienda para acompañarla en su llanto. ¡Se trataba de elefantes que Lawrence había rescatado décadas antes! Ella cuenta que esa misma noche “la manada llegó a la casa principal, hogar de Lawrence y yo. Mostrando una extraordinaria prueba de sensibilidad y conciencia animal que solo unos pocos humanos pueden percibir. Y Lawrence era uno de ellos.”
Se sabe que los elefantes pasan por un proceso de duelo, celebran funerales por miembros de su rebaño que desencarnan. No se sabe cómo los elefantes, que vivían a distancias importantes, incluso otros países, detectaron que el hombre que les salvó la vida había fallecido. Pero sin duda sintieron una profunda pérdida de un hombre que fue su salvador y protector. Marcharon durante días para llegar a su casa, presentando su respeto frente a su vivienda, ayunando durante días, hasta que finalmente con sus trompas bajas regresaron a sus respectivas tierras.
Fotos: Theobjective.com