Una noche de verano, en 2004, Diego Maradona jugó un picado con amigos al sur del barrio de Almagro.
Fue en el complejo Campus, en las calles Maza, entre México y avenida Independencia, en el límite entre Almagro y Boedo.
En esa época se decía que uno de los hermanos de Maradona era propietario o copropietario del lugar (de hecho había un torneo llamado Lalo Maradona en el predio).
Lo de aquella noche casual empezó como un rumor en los edificios y casas linderas.
El ícono futbolero en esa época empezaba una de las tantas reinvenciones personales. Venía de tener sobrepeso alarmante y varios problemas de salud.
En medio de esa transición llegó al sur de Almagro.
Con el rumor ya en las calles, varios vecinos se acercaron al predio. Algunos incluso pudieron ingresar, cortesía de la gente del complejo, y mirar el picado en los pasillos laterales.
El encuentro fue modesto. Maradona sabía que esta tribuna espontánea seguía ese picado casual como si fuera un partido de primera, una final, una copa. No objetó su presencia y hubo una armonía de estadio que acompañó esa noche impensada.
En estas horas de duelo popular, aquella noche tranquila de Almagro revive gambetas eternas que bailan en el recuerdo de los vecinos.
J.C.