La legisladora porteña Rebeca Fleitas del bloque La Libertad Avanza presentó un proyecto de Ley para quitar el nombre “Rodolfo Walsh” de la estación Entre Ríos del subte de la Línea E, en San Juan y Entre Ríos, en San Cristóbal.
“Elimínase la denominación “Rodolfo Walsh” de la estación de subterráneos de la línea E de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y mantiénese como única denominación de la estación el nombre Entre Ríos”, indica el único artículo del proyecto.
El proyecto presentado por la entonces diputada Gabriela Cerruti bajo el expediente 1272-D-2011, fue sancionado en 2013 y es por el que la estación de subtes lleva actualmente el nombre “Entre Ríos – Rodolfo Walsh”.
A la hora de fundamentar, la representante del bloque libertario dijo: “Promuevo que simplemente se retire el nombre de Rodolfo Walsh de la estación de subtes mencionada a fin de que se mantenga solamente la de “Entre Ríos”, que alcanza para identificarla, en lugar de promover otra denominación que persiga fines políticos de cualquier índole, incluyendo los que puedan resultar loables”.
Añade: “Pesa sobre la biografía del escritor una serie de antecedentes y hechos ajenos al terreno de la literatura y a su posible valor como literato y periodista que no cabe juzgar en este espacio, que sí merecen detallarse a fin de contextualizar y dimensionar adecuadamente su figura y su accionar, y así poder analizar si encuentra asidero que un bien público de importancia como los es una estación de subtes merezca recibir su nombre”.
En el proyecto se brindan fundamentos similares a los de Jóvenes Republicanos, que el jueves pasado pegaron carteles en la estación y llamaron a Walsh “asesino”. Esto generó el repudio de fuerzas vivas locales, sindicales y políticas.
El proyecto de Ley de los libertarios menciona: “En este sentido, la consigna “Memoria, verdad y justicia” impulsada por organizaciones de la sociedad civil y por sucesivos gobiernos a cargo del Estado nacional y del Estado de esta Ciudad en las últimas décadas —así como lo que le corresponde por su parte al Poder Judicial y al Poder Legislativo—, no han contribuido a esclarecer determinados acontecimientos de nuestra historia reciente, sino que han facilitado su falseamiento, distorsión y ocultamiento, con la suma de consecuencias que esto acarrea. No ha habido historia sino memoria, y mientras que la historia puede ser estudiada con fuentes serias y de forma neutral como disciplina que busca el rigor de los datos y de las interpretaciones, la memoria es antojadiza, parcial y vagorosa. No resulta sencillo encontrar en la historiografía seria referencias directas al accionar de Walsh . Sin embargo, recientes investigaciones históricas y periodísticas han echado luz sobre algunos de los hechos que lo involucran; en especial, merecen destacarse las investigaciones llevadas a cabo por la diputada y abogada Victoria Villarruel y por el periodista Carlos Manfroni , y la del periodista Ceferino Reato en su reciente libro Masacre en el comedor. La bomba de Montoneros en el comedor de la Policía Federal. El atentado más sangriento de los 70”.
Agrega: “En efecto, es sabido que el 25 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh partió temprano con varios ejemplares de la carta que le había escrito a la denominada incluso por él “Junta Militar” que gobernaba de facto la Argentina. Se conoce que tomó el tren, llegó a la Ciudad y tenía ejemplares de ese texto ensobrados y estampillados; introdujo varios sobres en buzones a lo largo de un recorrido que realizó caminando. En la intersección de San Juan y Entre Ríos, el grupo de tareas de la ESMA que lo vigilaba le dio la orden de alto. Walsh se detuvo, pero también tuvo tiempo de sacar un arma y disparar. Hirió a uno de los espías que lo cazaba mientras recibía disparos de bala en su cuerpo, fue llevado a la ESMA y luego desapareció”.
“Pero el 2 de julio de 1976, una bomba vietnamita —que por su estilo y potencia es especial por el tipo de carga que lleva, no solo mata sino que mutila y corta —provocaron la muerte de veintitrés (23) personas y ciento diez (110) heridos que se encontraban en la Superintendencia de Seguridad Federal donde funcionaba, además, un centro de represión ilegal de la última dictadura. (Ceferino) Reato en su libro recurre al testimonio de las víctimas, de familiares y documentos que apuntan a uno de los máximos referentes del periodismo como el responsable de la operación: Rodolfo Walsh. Asimismo, afirma que es el atentado más sangriento no sólo de los ‘70, sino de la Argentina hasta la AMIA en 1994. Sin embargo, no se ha escrito nada sobre eso, “no despertó el interés de periodistas, ni de historiadores; tampoco el de la Justicia que 45 años después sigue sin haberlo investigado” .
Según diversas fuentes, Montoneros se mostró orgulloso de ese atentado, que fue una obra de inteligencia y muy eficiente. Por su parte, Walsh estaba orgulloso de ser combatiente, deja su oficio de escritor y se hace revolucionario; “pasa del nacionalismo de derecha a la izquierda marxista. Peronista, más o menos. Marxista más” . En palabras del periodista Jorge Fernández Díaz, “fue parte de una generación abducida por los ideólogos cubanos, que le permitieron unir nacionalismo con marxismo”, dice el texto parlamentario.
“En efecto, Walsh se convierte en la persona clave del Servicio de Inteligencia de Informaciones de Montoneros y una de sus misiones era ocuparse de todos los infiltrados que Montoneros tenía en las fuerzas armadas y de seguridad, que eran muchos y como organización tuvo esa capacidad de captar jóvenes que eran hijos de miembros de las fuerzas armadas y de la policía. Así, todas esas personas que eran claves para Montoneros las manejaba Walsh; entre ellos, al autor material del atentado, José Pepe Salgado . Pero él es el que diseña la operación. Su trabajo en Montoneros fue tan prolífico que parecen haber habido varios Walsh. Pero, era uno solo; una persona con un talento fuera de lo común para las múltiples tareas de inteligencia y contrainteligencia que desarrolló junto con colaboradores “tabicados”, que funcionaban como células. Walsh y su grupo llegaron a Montoneros bien adiestrados en las escuchas de la red radioeléctrica de la Policía Federal, con la cual al parecer estaba obsesionado. Walsh empezó a aplicar sus habilidades para descifrar códigos y le pidió a un pequeño grupo de amigos que lo ayudara a registrar todas las actividades policiales a través de guardias que cubrieran las veinticuatro horas del día”, suma.
J.C.
Foto: Jóvenes Republicanos