Soy de la idea de que el gobierno, o mejor dicho los gobiernos si sumamos el porteño, vienen haciendo ante la pandemia lo que consideraron mejor: emplear el ASPO para que los contagiados sean los menos posibles así alcanzan las camas de internación para terapia intensiva. El tema es que una cosa son 15 días, otra una cuarentena literal y otra es llevar medio año aislados.
Encima, conociendo hoy ciertas cuestiones uno puede comenzar a dudar del procedimiento. Por un lado lo que dicen los Médicos por la Verdad. Por otro, un grupo denominado Epidemiólogos Argentinos nos enteramos, por ejemplo, de que “la OMS modificó en el 2009 la definición de pandemia, quitándole la condición de alta mortalidad” criterio con el que se podrá declarar pandemia a la influenza o al dengue. Dicen que es la primera cuarentena que se conoce en la historia de la humanidad donde se encierra a los sanos. Además denuncian, por ejemplo, en voz de la infectóloga Roxana Bruno, que “la prueba de PCR detecte material genético viral no implica necesariamente la existencia de enfermedad”. Mariano Arriaga refuerza: “Es altamente improbable que los asintomáticos puedan contagiar”. Contar positivos como enfermos es un modo de mantener la curva de “contagiados” alta, encima hoy el familiar directo de alguien declarado positivo pasa automáticamente a ser considerado positivo. La médica Mariana Colombres Garmendia sostiene que “muchos certificados de defunción se coloca como causa Covid19 no siendo esto cierto abultándose aún más las estadísticas oficiales”.
Ahora, recordemos que en el país -con 44,5 millones de seres humanos- hay hoy solamente 1716 internados en terapia intensiva con supuesto Covid19 (según el informativo que incluyó una payaza por el Día del Niño). Y en total, en estos seis meses fallecieron 5700 personas supuestamente víctimas del Sars-cov2. De modo comparativo recordemos los 129.000 casos de cáncer nuevos anuales o los 7000 y pico de muertos y unos 120.000 heridos promedio anualmente por accidentes de tránsito. Por estadísticas sabemos también que la cantidad de enfermos por gripe y neumonía en la ciudad y el país se mantiene estable y que para el invierno los servicios de terapias intensivas suelen colapsar. Como si fuera poco, el médico Roberto Luna sostiene que “las pruebas serológicas que se vienen haciendo indicaría que la mitad de los argentinos ya tenemos los anticuerpos que pretenden darnos a través de costosas vacunas cuya efectividad e inocuidad son dudosas por los cortísimos plazos en que se fabricarán y probarán”.
Cuestionar la necesidad del ASPO como lo seguimos llevando a cabo no me hace negacionista de que exista el Sars-cov2, ni menos destituyente. Es que me duele ver tanta gente en situación de calle debido a que tantas fuentes de trabajo han cerrado, siento ver tanto comercio con las persianas bajas de tantos emprendimientos no “esenciales”. ¿Acaso el arte no es esencial? ¿O el uso de ropa? Resulta duro que las familias no se puedan juntar un domingo y que los amigos se vean sólo de modo virtual. Y molesto tener prohibido o estar obligado a pedir permiso para tantas cosas…
Así es que me pregunto: ¿a quién le sirve esta política? Tiro tres que se me ocurren, pero seguro hay más. Primero y principal: a las farmaceúticas, los que producen vacunas, en especial en este país que postuló su población como conejitos de indias. Segundo: a las empresas de Internet, en especial las más grandes que han acrecentado su poder de modo abismal dado que finalmente lograron que nuestra realidad pase cada vez más por sus sistemas. Incluyendo bancos y modos de pagos electrónicos. Tercero: a los gobiernos que influyen y controlan cada vez más nuestra intimidad y te aprueban tus pasos por el espacio público (si tenés celular). Hay gobiernos que evitaron así el fin de su periplo, como el caso emblemático de Chile donde el pueblo se había levantado con mucho ímpetu ante un modelo excluyente, y cuyas quejas ahora quedaron en las redes, donde las autoridades pueden controlar más fácilmente los pensamientos.
Si se fijan hay ciertos seres que influyen directamente sobre los tres grupos. Bill Gates por ejemplo, basta ver sus proyecciones hace unos años sobre futuras pandemias, su preocupación por bajar la cantidad de humanos y sus cambios en las inversiones, que al igual que Soros, pasaron del petróleo (que perdió por la baja de movilidad) a las farmacéuticas y el litio (con lo que se hace las baterías de los celulares). Son parte de poderes por arriba de la OMS y los gobiernos.
Ahora, corrámonos de la dicotomia: progobierno vs anticuarentena. La realidad es que al mundo trabajador y libre a esto le jode y lo mismo a un gobierno que se preocupa por la gente.
Rafael Sabini
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