Carolina Pavlovsky, hija del actor y dramaturgo, dirige esta obra acerca de los vínculos entre un torturador y su víctima. El encuentro de los cuerpos, la represión, el poder, y la humanidad.
En un clima de cautiverio, con cuerpos y ropas manchadas de sangre, se desarrolla la historia de una mujer, víctima de un represor en un campo de desaparición y tortura.
Los cuerpos de los actores Andrea Martínez y Alejandro Robles están afectados por la actuación, lugar desde el que componen los cuerpos de los personajes. Uno que lleva el poder, otro que es víctima de su ejercicio. Pero los roles van cambiando en algunos momentos, y la tortura del cuerpo se hace psicológica para el que manda. “Trato de que caga gesto tenga sentido”, dice el torturador (acaso para encontrarse algún sentido), y eso se ve en la composición actoral.
Cuerpos afectados, torturados, mutilados, desnudos. El cuerpo como un trofeo. Y los cuerpos en el encuentro, en alguna forma del amor, en la intensidad. Acciones para no pensar, para ocultar el terror.
“Si hay algo que define nuestra relación es la intensidad”, afirma ella. Y pregunta: “¿Cómo surgió la piedad entre nosotros?”. Los cuerpos se aferran para no caer, para sobrevivir al espanto. “La calma de las intensidades es vacío que no tolero”, grita el torturador, y busca el reconocimiento de la torturada, busca ser nombrado, ser reconocido aunque sea un instante. Y la venganza de ella es el silencio. Un momento de resistencia, a dónde el poder no llega.
Tato Pavlovsky se ha sumergido en el alma del mal, de los represores, de los torturadores, en sus obras “Potestad” y en “El Señor Galíndez”. En el alma humana. Los represores, como sádicos, como burócratas, como parte de una maquinaria disciplinadora, como engranajes de un poder mayor.
Como escribió Pilar Calveiro, sobreviviente de los campos de concentración en la Argentina: “Ni monstruos, ni cruzados, hombres comunes, de los que hay por miles en la sociedad; esos son los hombres útiles al campo de concentración. Hombres como nosotros, esa es la verdad difícil, que no se puede admitir socialmente… Al ver a los desaparecedores como parte de lo social cotidiano, no se esfuma su responsabilidad; simplemente se los ubica en un lugar que involucra y pregunta a toda la sociedad”.
“Paso de Dos” se presenta los domingos a las 20, en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA.