Desde hace meses venimos leyendo en Internet y observando videos basados en que mediante la ingesta de dióxido de cloro se puede prevenir y sanar el Coronavirus SARS-CoV-2, que causa la Covid-19. Su mayor promotor es el biofísico alemán Andreas Kalcker del que abundan videos donde explica cómo se prepara el medicamento y donde también cuenta que lo venimos consumiendo desde hace más de cien años dado que el dióxido de cloro se usa muchas veces para purificar el agua. Otras veces se usa el hipoclorito de sodio, lejía (lavandina), que no es nada saludable injerir.
El dióxido de cloro viene siendo promocionado desde los ’90 como una “solución mineral milagrosa” (MMS, por sus siglas en inglés) que supuestamente cura las más diversas enfermedades. La razón que explica Kalcker para lo cual esto es una cura tan milagrosa es que (muy sintéticamente él explica con detalles, microscopio mediante): reoxigena células que habían perdido su oxígeno. Solo hay que tener cuidado con el preparado al combinar dos productos que generan un gas tóxico, sin embargo, lo que queda soluble en el agua es lo que sana.
Sus defensores argumentan que es una propuesta demasiado económica para prevenir y sanar el Coronavirus, lo cual no es de interés para los laboratorios que sabemos tienen un gran lobby de influencia, no solamente sobre los dirigentes políticos de diferentes países, sino también ante los dirigentes de la OMS que son quienes vienen bajando la línea de comportamiento de higiene, control y aislamiento que estamos siguiendo.
Como tantos, cuando dudo de la información busco otras fuentes en Internet, y una es Chequeado, un portal donde supuestamente son objetivos y verifican datos. En este caso ahí opinan que no es cierto de que sana, sin embargo, sus fuentes son agencias de salud estatales (de Estados Unidos y España) y nuestro ANMAT que dice que “debe ser considerado un medicamento y no ha sido evaluado ni aprobado” lo cual lleva a la lógica pregunta de ¿por qué no hacen los estudios pertinentes acá?
Y lo que es peor… ¿Por qué ahora plantean usar nuestra población como conejitos de indias para los laboratorios Pfizer y BioNTech (estadounidense y alemán respectivamente) como explica tan alegremente la nota “Coronavirus: ¿por qué probarán la vacuna en Argentina?” de Página/12 del día 11 de julio.
Mi consuelo es que tanto debajo de la nota del diario oficialista, como del sitio que supuestamente chequea (aunque en este caso sin laboratorio) son los comentarios de la gente: muchos, bajo el primer artículo, critican de que se experimente esa nueva vacuna acá y, bajo la otra nota, hay muchísimos testimonios de los beneficios del dióxido de cloro.
Hay sobradas muestras de las virtudes en la salud que genera este producto económico. La realidad es que ahora hay intendencias en, por ejemplo, Bolivia, que vienen implementando su uso, con el apoyo de universidades, y el resultado explican, es realmente milagroso. En Guayaquil, Ecuador, una zona terriblemente afectada pudieron frenar la pandemia con un grupo de médicos que están directamente en contacto con Kalcker. No solamente sana a los enfermos sino que también previene el Covid.
¿¡Qué esperamos acá para analizar esto con seriedad y en tal caso salir de este encierro ayudados con esta cura y sin vacuna!?
Rafael Sabini
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