Calaveras, salvavidas, la consigna “Los polos se derriten”, esculturas en el espacio público. El vecino y artista Salvador Miano realizó tantas obras a lo largo de tanto tiempo que convirtió al Abasto en una especie de enredadera de arte, su sala de exposición. Tarde o temprano, un paseo lleva a dar de frente con sus pinceladas. “Soy un pintor onírico”, se sincera el autor ante la revista El Abasto una mañana de sábado mientras da forma a varios cráneos sobre los afiches publicitarios en la avenida Corrientes.
“En el Abasto hace más de 15 años que pinto. Lo que es urbano lo estoy cultivando, no lo abandono nunca”, asegura el creador. Se define como un “pintor onírico”: “Las calaveras no son porque se me antoja, acompaño a los sueños. Sueño cosas. A veces, las sueño casi en el lugar donde la tengo que hacer. Soy un ejecutor de sueños, un realizador de sueños”, explica sobre su método.
Miano dice que no se pone horarios ni estructuras para salir a pintar, él lo hace cuando siente que es necesario. En general, se lo puede ver con algunos baldes de pintura, varios pinceles y sus ropas de creador: un buzo y jeans con miles de gotas de pintura en tonos pastel, un clásico en su obra.
El artista también se dedica a la escultura, en su mayoría calaveras o esqueletos. Las moldea en el balcón de su casa y luego recorre las calles del Abasto para instalarlas. Una intervención de grandes dimensiones puede disfrutarse en la esquina del Pasaje Carlos Gardel y Jean Jaurés. Por la potencia de los gestos son tanto o más impresionantes que los murales mismos.
Entre la gente que viene y va por las calles del Abasto, Miano llega, se para frente a la pared y empieza a “ejecutar sueños”. Es un trance breve, de pinceladas certeras e ideas claras. Es un relámpago, uno lo ve de lejos pintando, pestañea y lo más probable es que Miano ya esté en otro rincón del Abasto con una obra nueva. Así es una jornada suya, una caminata larga con varias creaciones nacientes.
“Pinto más que nada calaveras por la influencia mexicana. Otro símbolo son los salvavidas. Me parece que son las dos cosas más recurrentes. En el medio junto todo tipo de elementos. La consigna “Los polos se derriten” también aparece. Se trata de tomar conciencia de lo que nos pasa, de los problemas que atravesamos como humanidad”, asegura.
El artista vivió en la zona del Abasto la mayor parte de sus más de siete décadas de vida. De joven estudió en una escuela de arte hasta recibirse de escultor. “Inicié un camino de salones y concursos”, recuerda.
Por aquellos años se mudó en forma transitoria a Carmen de Patagones. “Debido a una crisis personal, volví a Buenos Aires. En esa época estuve lejos del arte y por eso decidí viajar a México para recuperarme. Fui en busca de pintores de gran formato, estadounidenses y mexicanos. Era un combo del norte, quería la modernidad y la antigüedad. Me influenció mucho el arte precolombino por lo ancestral tan omnipresente”.
“Al volver de México tuve otra crisis acá en Bueno Aires. Por esta segunda crisis estuve en las drogas pesadas en el Abasto. Esa crisis me estaba llevando la vida, pero empecé a salir cuando me decidí a invertir en latas de pintura en vez de las dosis de la oscuridad”. “Esa fue la cura: estar pintando en la calle. Fui cambiando adicción por pintura. El arte me salvó la vida”, celebra.
“A veces cuando ven murales míos con la consigna «Los polos se derriten» me dicen que no hay que hablar de eso, que es un cuco, que para qué hablar de los problemas reales y pesados, que frenar el deshielo es una utopía. Muchos de esos cucos de la humanidad se van subsanando con esfuerzo. Pinto para pensar que se puede lograr”, sostiene.
Con los años, la obra de Miano y estas calles hicieron simbiosis. Se trata de un vecino que transformó el dolor en colores, en formas y mensajes de conciencia. Con la fuerza de una enredadera salvaje, las calaveras y salvavidas ya son parte del paisaje del Abasto.
J.M.C.