Hace tres años dos diseñadoras y aficionadas lo iniciaron como salida laboral. Tienen un salón de exhibición los días de semana en el barrio y una vez al mes gestionan un evento cultural con más de 50 feriantes.
De lejos parece un recital. Lleno total. Hay raros peinados nuevos, ropa de colores brillantes. Ímpetu y movimiento. Sin embargo, dentro de este galpón de Monserrat, lo que se desarrolla ahora es una nueva edición de Vintage Affaire, un evento cultural donde la ropa antigua y restaurada es la protagonista. Todas las semanas se replica en un salón de exhibición en la zona del Abasto. Inició hace tres años en Almagro como una iniciativa de compraventa online a cargo de dos diseñadoras y aficionadas.
Un poco de coleccionismo, curiosidad, nostalgia, gusto por las modas de otros tiempos. Cada cual tiene su puerta de acceso a la ropa vintage. La unión se ve en esta planta baja que asoma como un laberinto con muros de percheros y probadores. Al son de músicas electrónicas de fondo, el público, en su mayoría jóvenes sub 25, revuelven e inspeccionan entre camperas de jean enormes con bordados noventosos como Planet Hollywood, riñoneras de cuero, ropa deportiva con tela de avión y retazos flúor, jeans de tiro alto (los antiguos “vaqueros celestes”).
En medio de este reverbero de ofertas, incunables textiles y ganas de renovar el placard, están Sonia y Sole, impulsoras de Vintage Affaire, quienes aseguran: “Empezamos por casualidad hace tres años. Teníamos una feria online. Íbamos a eventos, pero no había algo fuerte pro vintage. Un amigo de una amiga tenía un lugar en Almagro y nos animamos a hacer una feria, a ver qué salía. Fue en noviembre de 2016 y estalló de gente. En adelante hicimos más ferias en lugares cada vez más grandes”. “Se corrió el boca en boca, llegamos a tener ferias con 100 puestos. Mucha gente quiere laburar de esto y hay público que gusta de esta propuesta”.
Sole señala: “Hay mucha demanda de trabajo. Esta es una propuesta económica, más original, contrapuesta a la industria en masa que invade los locales y muchas veces está ligada a talleres clandestinos; la separo de la industria del diseño local, que tiene mucho talento. En las ferias vintage hay calidad y precio, historia, es una propuesta más ecológica”.
Ambas se encargan de llevar adelante la organización de los puestos, de confirmar el lugar para la exposición mensual de Vintage Affaire y demás. A la hora de vender prendas, tal como lo hacen durante la semana en un showroom de la zona del Abasto, cuentan que se encargan de revolver, reparar y exhibir: “Hacemos de todo, ponemos a punto las prendas, vamos buscando joyitas por locales y roperos particulares de todo el país, las mostramos en redes sociales”. “Hay cosas en muy buen estado y es una pena que queden relegadas como un trapo, que nadie las restaure para que puedan ser usadas en la actualidad”, agregan.
Decir ropa vintage es agrupar varias tendencias del mismo palo. Hay quienes vuelcan su gusto en anteojos y accesorios de época, otros que coleccionan prendas de la misma marca en periodos distintos. Los tipos de tela, cortes, estampados también marcan el rumbo.
Así lo explica Lucia, quien hace tres años inició su emprendimiento llamado Vintbitch luego de quedar desempleada. “Todas empezamos con ropa y vemos el nicho dentro de lo vintage. Hay algunos que gustan más de las camisas hawaianas, otros más deportivos, y así. El ambiente de las ferias está bueno y ahí te vas formando, vas aprendiendo de lo que la gente compra y pide”, asegura.
“Una semana de trabajo mía es recorrer lugares en busca de ropa, lavarla, plancharla, repararla, hacerle modificaciones si es necesario. Tenemos un showroom con otras 13 ferias que estamos abiertas durante la semana para que la gente vaya a visitar”, agrega.
Con esta dinámica, decenas de diseñadoras, aficionadas y coleccionistas generan trabajo y dan nueva vida a prendas de otros tiempos, con un ímpetu que entrevera la arqueología moderna, el espíritu del hazlo tú mismo y el inoxidable lema de “todo vuelve”.