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12 de octubre de 1492

“Certificamos que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros y vos haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéremos, y vos sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de Sus Altezas y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos y como a tales venderemos y dispondremos dellos como Sus Altezas mandaren, e vos tomaremos vuestros bienes y vos haremos todos los daños y males que pudiéremos… y protestamos que las muertes y daños que dello se recrecieren sea a vuestra culpa y no de Sus Altezas, ni nuestra…”
El Requerimiento

La conquista de territorios se basaba en la doctrina papalista, que argumentaba que el Papa, como representante de Dios en la tierra, poseía un poder ilimitado sobre todos los hombres y sólo reconocía como sociedad legitima a aquella compuesta por la congregación de los fieles. En este contexto, el Papa tenía derecho a disponer de aquellos territorios o estados considerados ilegítimos y delegar su dominio a un príncipe cristiano, quien podía esclavizar a su población en caso de que ésta se negase a la conversión al cristianismo.
En el idioma del conquistador, se les leía a los pueblos americanos el “requerimiento” bajo el testimonio de un escribano que daba fe de ello. Casi siempre –obviamente- no lo entendían y casi siempre, les era leído a bastantes kilómetros de distancia. Luego, les hacían una guerra justa.
Rodrigo Borgia, alias Alejandro VI fue el Papa que les dio como regalo a los Reyes Católicos Isabel y Fernando el Orbis Novum a cambio de varios favores que Don Fernando le hizo a sus tres hijos: un ducado, un arzobispado y una mano.
Tuvieron que pasar 500 años para que las palabras pertinentes pudieran decir lo que hasta entonces fuera encubierto o tergiversado. Salió a la luz otra versión de la historia; esta vez, nuestra propia historia. Atrás quedaron axiomas como el “Descubrimiento de América”, que nos hizo ignorar la existencia cierta de millones de seres humanos que con sus respectivas culturas habían habitado el continente miles de años antes de la llegada de Colón. También quedó demodé el políticamente correcto eufemismo del “Encuentro de dos mundos”. También quedó atrás la culpa de los daños que nos causaron… como decía “El Requerimiento” con que comenzamos este escrito.
Las falaces denominaciones con que fue conmemorado durante tanto tiempo cada aniversario de la llegada de las naves de Colón a tierras americanas puso de manifiesto el intento de disimular, encubrir y minimizar los atroces crímenes cometidos contra media humanidad. Celebrar “el descubrimiento de América” significó omitir durante siglos, nada menos, que la existencia de unos setenta millones de seres humanos que vivían en él.
Un siglo después de la llegada de las carabelas de Cristóbal Colón al mar Caribe, de los más de 70 millones de indígenas preexistentes sólo quedaron tres millones y medio. Primero, fueron derrotados a través de la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y finalmente, las bacterias y los virus importados desde Europa encontraron a sus organismos sin anticuerpos para resistir su embestida.
La casi extinción de la población originaria promovió otro genocidio: el generado al propiciar el repudiable comercio de seres humanos arrancando a millones de africanos de su tierra ancestral para traerlos a nuestro continente como mano de obra esclava.
¿Cuántos esclavos negros llegaron a América Latina? Se habla de alrededor de doce millones de personas. Es imposible saber todos los que murieron durante los ataques a los poblados o durante la transferencia hacia los puntos de embarque; los que se suicidaron y los rebeldes muertos en el momento del embarque; los muertos en el camino hacia América, más las victimas de la inanición, deshidratación, epidemias y hacinamiento en los barcos negreros. No es posible saberlo, pero sí es posible calcularlo.

Según las fuentes africanas, entre las cuales se destaca el historiador nigeriano Joseph Nicory, confirma que doce millones de africanos son los que llegaron vivos a las costas de América. Este investigador calcula que unos sesenta millones de personas fueron arrebatadas de África, donde quedaron despoblados territorios enteros. Es cierto entonces que llegaron 12 millones, con vida. El resto… no.
Si nos atenemos a cálculos científicos, se ha estimado que la población indígena de América representaba el 20% de la humanidad en el momento de la conquista. De acuerdo a los mismos guarismos, la conclusión no puede ser otra que ante la casi desaparición total de la población originaria diezmada, se pretendió trasplantar la misma cantidad, por la africana.
Si en América murieron alrededor de 60 millones de habitantes originarios y le sumamos las muertes de los habitantes de África, llegamos a una cifra que revela la magnitud del genocidio: 120 millones de personas.
El resultado fue que Europa exterminó en los primeros ciento cincuenta años de la Conquista a casi media humanidad.
Por otra parte, en aquellos primeros 150 años, 17 mil toneladas de plata y unas 200 toneladas de oro arribaron a España (desde las colonias) y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y manufacturero, que abrió las compuertas a la revolución industrial y al desarrollo capitalista de Europa.
Hoy, 520 años después, algunos todavía tienen la desfachatez de sostener que les debemos algo.

Vivi & José




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Revista El Abasto, n° 148, octubre 2012.

 

 

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