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17 de octubre de 1945

Los protagonistas emergentes del 17 de Octubre de 1945 seguramente no pudieron dimensionar la magnitud de ese acontecimiento mientras estaba sucediendo. Una parte de la clase obrera desencadenó una escalada en un conflicto de clases que se encontraba latente. En el proceso de formación de la nueva alianza social y política que será bautizado como “peronismo” (y que se crea entre las jornadas del 15 al 18 de octubre) es innegable la masiva participación de mujeres y jóvenes, que sin tener organización, conciencia obrera o subjetividad ciudadana (dado que carecían de derechos sociales y políticos) se suman espontáneamente y -fruto de la lucha calle por calle y la ocupación y conquista del espacio público- logran finalmente provocar un hito histórico y hacer nacer algo nuevo.
No es nuestra pretensión -en esta instantánea del 17- dilucidar algún punto ciego en la historia o en el mito. Sí nos interesa enfatizar algunos hechos sobre los cuales no se ha conjeturado lo suficiente, en parte porque hay escasos documentos y en parte porque –en términos generales- las interpretaciones han quedado teñidas por las posiciones que asumieron las fuerzas enfrentadas. Recordemos que una década después, la tristemente célebre “Revolución Libertadora” se empeñará en borrar al peronismo (el hecho maldito del país burgués) de la memoria social, cultural, política e histórica.
A la ciudad de Buenos Aires, en ese año 1945, estaban llegando anualmente casi 120 mil provincianos. La vieja gran aldea, la metrópoli europea del Cono Sur se convertía en una gran urbe rodeada por un cinturón industrial que se extendía y atraía un masivo proletariado fabril. Había 86 mil establecimientos industriales y sus trabajadores, se calculaban en un millón.
Grosso modo, los sucesos previos al 17 de octubre señalan las causas inmediatas del acontecimiento, aunque no su episteme. Enumeraremos las clásicas:
El jueves 4 de octubre, muere el estudiante de la UBA José Aarón Salmún Feijóo, a quien le disparan a quemarropa sujetos vinculados a la Alianza Libertadora Nacionalista. Varias facultades estaban tomadas desde que el gobierno de facto establecido a partir del Golpe de Estado de 1943, decretara el 2 de noviembre de ese año la intervención de todas las universidades.
El viernes 5 de octubre, el sepelio del estudiante se realiza en medio de fuertes disturbios. La caballería arrebata el féretro. La policía desaloja y reprime a los estudiantes que habían tomado los centros de estudio y se realizan cerca de dos mil detenciones.
El lunes 8 de octubre Perón cumple 50 años pero en vez de velas, debe apagar una rebelión. Cuarenta jefes militares se reúnen con el Coronel Perón en su despacho y éste los intima a una definición: si están disconformes, él renunciaría a todos los cargos, pero – si le ratificaban su confianza – el que debería irse sería el Gral. de Brigada y comandante de Campo de Mayo Eduardo Avalos. Este último, es quien fogoneaba su renuncia. Esa tarde, el teniente coronel Manuel A. Mora organiza su asesinato. Son 30 los complotados. Perón inauguraría el martes un nuevo curso sobre energía atómica en la Escuela de Guerra. “A dos kilómetros de aquí hay una barrera de ferrocarril. Cuando el auto de Perón se acerque, vamos a bajarla. Diez de ustedes le capturarán y le llevarán hasta una fábrica vacía. Allí vamos a juzgarle y a ejecutarle”. El plan fracasa porque Perón suspende aquella visita.
El martes 9 de octubre, Avalos subleva su guarnición y exige al General Edelmiro Farrell –a cargo de la presidencia de la nación- la renuncia de Perón. Farrell acuerda con Perón no reprimir a los amotinados. Finalmente, a la noche, el Ministro del Interior, Dr. Quijano comunica al país que el gobierno llamaría a elecciones para el 7 de abril de 1946 y que debido a ello, Perón se había comprometido a dejar sus funciones cuando se decidiera la convocatoria electoral. Perón renuncia a sus cargos: Vicepresidente de la Nación, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. Esa misma noche, renuncian por lealtad, el jefe y subjefe de la Policía Federal.
El miércoles 10 de octubre es designado Ministro de Guerra el General Eduardo Avalos. A las 19,30 hs. Perón pronuncia su discurso de despedida en un palco improvisado en la calle Perú entre Victoria y Julio A. Roca. Frente a la Secretaría de Trabajo, una multitud de alrededor de 40.000 personas escuchan por los altoparlantes a Perón -pero también casi todo Buenos Aires- dado que el discurso es emitido por la red oficial de radios. Con la ambigüedad que siempre lo caracterizó expresa: “Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización… Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplir con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y de casa al trabajo… Pido orden para que sigamos adelante en nuestra marcha triunfal pero, si es necesario, algún día pediré guerra”. La masiva convocatoria, ha sido organizada al mediodía en una reunión en el departamento de Perón. Han asistido allí delegados de casi medio centenar de sindicatos. El discurso genera una escalada en el ambiente militar: es imposible que el presidente Farrell ignorara la transmisión en cadena de la “despedida” de Perón, más bien éste lo habría autorizado. Algunos jefes militares piensan seriamente en removerlo por traidor. Esa noche, en el Círculo Militar el mayor Desiderio Fernández Suárez, trepado a una mesa vocifera ante sus camaradas que hay que matar a Perón. En otro lugar Perón se reúne con oficiales de su confianza. Uno de ellos, el Coronel Juan N. Giordano, pone blanco sobre negro. “Mi Coronel, usted siempre sostuvo que si los obreros salen a la calle eso puede desencadenar una guerra civil… ¿qué hacemos?”. Perón les dio precisas instrucciones: “que las unidades militares de la Capital reciban a los obreros y coordinen con ellos la forma de operar; en cuanto a las tropas de El Palomar y de San Martín, que impidan que los de Campo de Mayo lleguen a la Capital”.
El jueves 11 de octubre -desde Villa María- arriba a la Capital el caudillo radical Amadeo Sabattini. El General Eduardo Avalos lo ha convocado para entregarle el gobierno y así permitir una salida elegante al gobierno nacido en 1943. El Comité Nacional no lo aprueba, resolverá finalmente que el poder se le entregue a la Corte Suprema. Perón, considera terminada su actuación pública y solo desea casarse con Eva y vivir en la Patagonia. A su vez, el gobierno militar pierde casi todo consenso social y lo único que se vislumbra es su capitulación incondicional. Afuera, frente al Círculo Militar (donde se discute la salida a la crisis) comienzan a concentrarse diversos grupos civiles que pasarán allí la noche. No son obreros. Adentro, el tema recurrente es qué se hacía con Perón. El alcohólico Mayor Desiderio Fernández Suárez se ofrece a fusilarlo sin más trámite (no podrá fusilarlo a Perón, pero sí fusilará a peronistas en el basural de León Suárez once años más tarde). Se acordó que se lo detendría en una dependencia de la Marina.
El viernes 12 de octubre hierve el Círculo Militar. Frente al edificio se da cita una enorme multitud que se ha autoconvocado y se suma a la que allí pernoctó. La Plaza San Martín se llena con 50.000 heterogéneas personas que reclaman entre caviar, pavo y champán que los militares vuelvan a los cuarteles. Pasará a la historia como el “picnic de la oligarquía”. Está el Partido Comunista en pleno, la FUBA, socialistas, radicales, médicos y abogados, señoritas, damas y caballeros de doble apellido del Barrio Norte que exigen la entrega del poder a la Corte. Un grupo de la Alianza Libertadora Nacionalista se enfrenta a tiros con los comunistas y la policía lanza una carga de caballería. Dos muertos quedan allí. Todo el gabinete renuncia. Perón y Evita se trasladan a una casa ubicada en una isla del Tigre.
El sábado 13 de octubre en la madrugada, el jefe de policía, Mittelbach, se apersona en el Tigre y el Coronel Perón es detenido. El subjefe de policía, Mayor D'Andrea lo lleva a la cañonera Independencia. Posteriormente es trasladado a la isla Martín García. Es un secreto a voces que Perón está detenido, tanto que el diario "Crítica" sale con un pomposo titular: "Perón ya no constituye un peligro para el país". El ex director de delegaciones regionales de la Secretaría de Trabajo, al enterarse de la detención del Coronel, lo comunica por teléfono a cada Delegación. Un grupo de dirigentes sindicales presiona sobre la dirección de la CGT para que declare la huelga, pidiendo la libertad de Perón. En la noche, el nuevo Secretario de Trabajo y Previsión, habla por radio intentando disipar inquietudes acerca de la pérdida de conquistas sociales. Dice que sí y que no, ya que el Estado no debe cumplir un papel relevante en los conflictos laborales "pues obreros y patrones deben resolver directamente sus problemas". Entre sus primeras medidas, declara que el feriado del día 12 de octubre no será pagado. Es tirar leña al fuego.
El domingo 14 de octubre el “presidente” General Edelmiro Farrell ya es sólo una figura decorativa. Los hilos del gobierno lo manejan –como pueden- tanto el Almirante Vernengo Lima como el General Eduardo Avalos y su consejero particular, el radical Amadeo Sabattini. Este último ha logrado una solución de compromiso: ofrecerle al Procurador General de la Nación una suerte de rol de “primer ministro”. El Dr. Juan Alvarez se toma un día para consultar si acepta o no el Ministerio del Interior y formar un nuevo gabinete hasta las elecciones de 1946. Algunos grupos de obreros se muestran dispuestos a paralizar las tareas y lo manifiestan a sus diletantes direcciones sindicales. El Dr. Roberto Repetto –Presidente de la Corte Suprema- respira aliviado. Nunca quiso hacerse cargo del gobierno por más que 250.000 personas en la “Marcha de la Libertad y la Democracia” (con el Embajador de Estados Unidos, Spruille Braden a la cabeza) se lo reclamaran. La Corte Suprema avala a Alvarez que se toma cuatro días más para elevar su “gabinete” al General Farrell. Llegará con su patética lista el 17 de octubre, momentos antes de que Perón hablara desde el balcón de la Casa Rosada. El General Eduardo Avalos va en persona al Departamento de Policía y pone en libertad al dirigente más importante del comunismo argentino y sudamericano: Victorio Codovilla.

El lunes 15 de octubre las calles de la Capital y el Gran Buenos Aires aparecen cubiertas con una convocatoria de la Unión Obrera Metalúrgica: “La contrarrevolución mantiene preso al liberador de los obreros argentinos, mientras dispone la libertad de los agitadores vendidos al oro extranjero. Libertad para PERON. Paralizad los talleres y los campos”. Eva pretende que el Coronel sea puesto en libertad a fin de que se exilie. Pero se le niega a Perón un recurso de habeas corpus. Por las calles de Berisso, alrededor de 10.000 obreros del frigorífico del Puerto de La Plata improvisan una manifestación. Lo mismo sucede en Ensenada. La Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera declara la huelga general “exigiendo la libertad del Coronel Perón y hasta tanto no se haga efectiva la misma”. Lo mismo ha sucedido en el resto de las fábricas tucumanas y con los empleados ferroviarios de esa provincia. En el Chaco se anuncia un paro general mientras que en Rosario unos 60.000 trabajadores vitorean su nombre y reclaman su libertad. En Junín abandonan sus labores los ferroviarios y en los establecimientos Giardini y Campomar los obreros se declaran en huelga. En el centro de Avellaneda, una manifestación por la libertad de Perón alcanza un número apoteótico: 80.000. El paro es total en el frigorífico Wilson de Puente Alsina. La Unión Ferroviaria insiste en que “los trabajadores no debemos tomar actitudes apresuradas”, pero a esta altura, la CGT ya ha perdido el control del movimiento obrero, y ese movimiento es ahora social.
El martes 16 de octubre, la cúpula de la CGT se entrevista en la Casa Rosada con los Generales Farrell y Avalos. Llevan una inquietud: “algunos gremios ya han salido a las calles a pedir la libertad de Perón – dicen – y si no se hace nada al respecto, lo que podría suceder (y ya les está sucediendo) nos puede llevar puestos a todos”. El Diario “La Época” titula “Desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego y desde el Atlántico hasta Los Andes, se pide, se clama y se exige la libertad del Coronel Perón: no puede ser desoída la voz del Pueblo”. Mientras tanto, unos 100.000 manifestantes ya han pasado por entre las balas, los gases y los palos hacia territorio capitalino sin consentimiento ni conducción, ganando palmo a palmo un lugar en la historia. Otros –los máximos dirigentes del Partido Comunista– se entrevistan con el Ministro de Marina Almirante Vernengo Lima. Le ofrecen enfrentar con sus obreros armados a los trabajadores peronistas que se sumen a la huelga o marchen a la Capital, propuesta que es rechazada. El Almirante Vernengo Lima no descarta bombardear con la flota la Plaza si las cosas se ponen feas. El General Eduardo Avalos ya ha dispuesto en los techos de la Casa Rosada las ametralladoras apuntando a Plaza de Mayo. La policía estará dividida hasta el mediodía del 17 y cumplirá las órdenes con inflexible obediencia debida. La comisión general de la CGT se reúne en la sede de los tranviarios y tras un largo debate, se aprueba por 16 votos contra 11, una huelga por 24 hs. a partir de las cero horas del día… 18. En el comunicado, no se menciona a Perón. No es una huelga para pedir su libertad sino “en defensa de las conquistas obtenidas”. Al otro día, más de un millón de argentinos exigirán a viva voz lo que ellos despreciablemente callaron.

Vivi & José




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Revista El Abasto, n° 148, octubre 2012.

 

 

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